El oso hormiguero de chaleco es tan raro y tan tierno que lo deja a uno cavilando. Además de esas manchas vestimentarias que le dan fe de bautismo y apellido, cuenta con un hocico puntiagudo, una lengua larguísima ¡y no tiene ni un solo diente! Y claro, no los necesita, pues se alimenta de hormiguitas y otros insectos.

Pero, ¡cuidado!, que no se metan con él los más grandes de la selva, porque entonces se transforma y saca unas garras harto peligrosas que, al contrario de otras especies, se doblan hacia adentro. Como resultado, para protegerlas, camina como sobre almohadones.

Dice Anne Señol -autora de este nuevo y encantador perfil animal- que parece estar ante un peluche viviente. Las ilustraciones de Adián González refuerzan con el encanto de su trazo este argumento sutil.